Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 15 de junio de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 140, 4214-4216
Tema: Historia de la crisis pasada y propósitos del nuevo Ministerio

Señores Diputados, yo creo que sin culpa de nadie, y por causas y móviles que ni debo ni puedo apreciar, pero que debo considerar dignos de respeto, surgió durante el viaje de SS. MM. una cuestión desagradable, aunque por fortuna de todo punto extraña al programa político del partido liberal, y aún a sus procedimientos de gobierno. Aplazada de común acuerdo la resolución de este asunto hasta el regreso a esta corte de S. M. la Reina Regente, hubo de examinarse al fin en Consejo de Ministros, y desgraciadamente surgió en la apreciación de la misma una diversidad de pareceres entre los Consejeros de la Corona, y vino a turbarse la paz en el seno del Ministerio, precisamente cuando más tranquilo y satisfecho debía hallarse por el éxito feliz, nunca mayor por nadie obtenido, de la visita de SS. MM. a las provincias de Aragón, Cataluña y Valencia, y por la manifestación, jamás en su grandeza igualada, de las Naciones extranjeras en homenaje a S. M. la Reina Regente, y que por serlo a S. M. la Reina Regente, dirigida iba a la Nación española, tan dignamente personificada en S. M.

Cuando todavía resonaba el estruendo de tan hermosa y sin igual manifestación a favor de S. M. la Reina Regente, vino, como decía, a turbar el sosiego, [4214] y he de decir la alegría del Ministerio, esta desagradable cuestión. Esta diversidad de opiniones en este asunto en situación difícil; porque no basta una absoluta conformidad de todos los Consejeros de la Corona en las cuestiones que afectan a los principios políticos o a la conducta siquiera del Gobierno, para regir acertadamente y con provecho los destinos del país, sino que se necesita una absoluta unidad de miras en la resolución de aquellas cuestiones que, aun no teniendo nada de común con las de principios, pueden ocasionar para el porvenir consecuencias trascendentales, o perturbar la organización de un partido, obstruyendo la marcha regular y ordenada de la gobernación del Estado.

Por otra parte, Sres. Diputados, el Gobierno liberal, que quiere hacer una política de paz dentro de la libertad, el Gobierno liberal ha de tener mucho cuidado en la resolución de las cuestiones, a fin de que en ningún caso se solivianten las pasiones ni se enconen los ánimos; y ha de tener también exquisito cuidado, y ha de procurar ante todo y sobre todo no producir antagonismos ni luchas entre las clases sociales del país, y mucho menos entre las altas jerarquías de la milicia, que no pueden cumplir sus altos y sagrados fines sino sólo a condición de que vivan completamente separadas, absolutamente separadas de la arena candente de la política.

Examinada, pues, la cuestión por el Consejo de Ministros, y estudiadas todas las soluciones que pudieran darse al asunto, los Consejeros de la Corona encontraron que todas las soluciones ofrecían inconvenientes, y que podrían algunas soliviantar los ánimos, cuando realmente lo que se necesitaba era calmarlos. En tal estado, deseando en absoluto y éste era el deseo unánime de todos los Ministros de la Corona, que el asunto en lo que tuviese de militar no se convirtiese en cuestión política, para no dividir y para no perturbar las altas jerarquías de la milicia en daño de la disciplina y en detrimento del sosiego público, y en lo que tuviera el asunto de personal, para que no se convirtiese en cuestión de procedencias, a fin de no quebrantar de manera ninguna la unidad del partido liberal, no sólo por bien de las ideas liberales, sino por bien de las instituciones y del porvenir de la Patria; en este estado, repito, y con este deseo patriótico, todos los Ministros creyeron que lo más conveniente, lo más digno, lo más noble, era resignar sus cargos, sacrificando su puesto en aras de la pacificación, tan necesaria hoy como siempre al bien de las instituciones y al arraigo del orden público, y presentaron todos sus dimisiones, que yo tuve la honra de poner en manos de S. M. Claro está que al mismo tiempo que la mía; pero ésta fue en el acto rechazada, dándome S. M. el encargo de reconstruir un nuevo Gabinete, sin duda porque de esta manera se creía que no se le daba carácter político a una cuestión y a una crisis que de manera ninguna lo debía tener. Cumpliendo el encargo de S. M. la Reina Regente, tengo la honra de presentar al Congreso el nuevo Ministerio, en la creencia de que ha de continuar mereciendo vuestra confianza y de que mis nuevos colegas, de cuyos merecimientos no quiero hablar, porque de todos son conocidos, han de obtener la benevolencia que os habéis servido otorgar a los Ministerios que he tenido la honra de presidir desde el principio de la Regencia.

No ha habido, pues, como habéis visto, aquí, cambio político ninguno; no se ha resuelto la crisis con carácter político de ningún género; la situación continúa la misma; el partido liberal igualmente representado en este Ministerio que lo estaba en el anterior; sus aspiraciones, su programa y sus propósitos, igualmente garantizados por este Ministerio, y con el mismo tesón y la misma energía proseguidos que lo fueron por el Ministerio anterior. Por consiguiente, y respecto a la cuestión política, nada tengo que decir, sino que este Ministerio está resuelto a cumplir el programa del partido liberal en todas sus partes y en absoluto; ya el Ministerio anterior lo ha dejado en su mayor parte cumplido; falta su terminación, y como coronamiento el sufragio universal.

En cuanto a la cuestión económica, tampoco tiene este Ministerio nada que añadir a lo que el anterior ha dicho repetidas veces; pero debe declarar que considera cerrada por completo la puerta a todo aumento de gasto, lo mismo en el personal que en el material, y que sólo pasará por aquello que el país, como he dicho en otra parte, tenga más gusto en conceder que el Gobierno en solicitar, y eso por la iniciativa siempre de los Cuerpos Colegisladores.

Debo declarar también que este Ministerio al mismo tiempo que cierra la puerta a todo aumento de gastos, abre de par en par la puerta a la realización de toda suerte de economías, las cuales se irán haciendo poco a poco conforme las necesidades del servicio lo consientan, con objeto de llegar cuanto antes a la verdadera nivelación de los presupuestos y de buscar otra nivelación tan necesaria, o por lo menos tan justa como la nivelación de los presupuestos, cual es la nivelación en los tributos.

Que haya igualdad en la tributación; a eso procurará llegar el Gobierno, no levantando, no por mero espíritu de sistema, sino por razonable conveniencia, los tributos que parezcan bajos, sino bajando los tributos que se consideren altos.

En cuanto a la cuestión administrativa, este Ministerio piensa hacer una rápida y enérgica campaña en la legislatura próxima, presentando a vuestra deliberación una ley de empleados que dé garantías, pero que a la vez exija aptitudes, y sobre todo, condiciones de moralidad; una ley de procedimiento administrativo, que simplifique, mejore y abarate y que aproxime al ciudadano a la Administración pública; una ley de contabilidad, sencilla, fácilmente comprensible y severa, que abra la puerta a los gastos reproductivos, pero que la cierre en absoluto para los improductivos; y las leyes municipal y provincial, que a la vez que den al pueblo y a la provincia la debida autonomía, permitan la alta inspección del Gobierno para evitar el abuso, para corregir en todo caso la delincuencia.

No piensa el Ministerio actual abandonar las reformas militares; antes al contrario, las considera como suyas; y no podía ser otra cosa, porque yo tuve en este mismo sitio la honra de declarar que las reformas militares formaban parte de la bandera del partido liberal. Este Ministerio, pues, da como el Ministerio anterior a las reformas militares hoy toda la importancia que tienen; mañana les dará toda la preferencia que merezcan.

Pero como dificultades inevitables hacer de todo punto imposible su pronta aprobación, el Gobierno aprovechará el tiempo y el espacio que estas dificultades [4215] le proporcionan, en buscar mayores facilidades para su más pronta discusión y aprobación, y en el examen y en el estudio de todas las opiniones emitidas, a fin de que sin dejar de satisfacer toda justa pretensión lleguen a tomar aquel carácter que exige la solución de un problema que no puede ser labor de un partido, sino que, por el contrario, tiene que ser obra nacional.

Para realizar este noble propósito cuenta el actual Ministerio con el apoyo de los amigos, que confiadamente espera, y con el patriotismo de los adversarios, del que seguramente no desconfía; porque si uno y otro son necesarios siempre a todo Gobierno para marchar desembarazadamente por el camino difícil de la gobernación de los Estados, hoy le son a este Gobierno, por el estado en que se encuentran las trabajos parlamentarios y por la premura del tiempo, de todo punto indispensables en lo que se refiere a los presupuestos de Ultramar y a las leyes que fijan las fuerzas de mar y tierra, para legalizar la situación; y en lo relativo a los presupuestos de la Península y a las leyes económicas que hay presentadas, para no privar al contribuyente, y sobre todo al abrumado labrador, del beneficio que las mismas le conceden, que aunque no sea tan grande como nosotros deseamos, al fin y al cabo son un auxilio hoy y una esperanza para mañana; y en lo que se refiere a los unos y a los otros, es decir, a todos los proyectos económicos pendientes, para que quede libre y expedito el ejercicio de la más importante de las Regias prerrogativas, como deben procurarlo siempre los partidos honrados que en noble lid con sus adversarios no pretenden retener el poder más que en cuanto con él pueden contribuir mejor al arraigo de las instituciones y al bien supremo de la Patria.

Demandamos, pues, Sres. Diputados, el apoyo de los amigos, y en este caso el auxilio de los adversarios; y si lo demandamos, no lo hacemos en interés del Ministerio, sino en interés del gobierno del Estado, en interés de la situación, en interés de la formalidad política de la Nación española, en interés del crédito del país, en interés, en fin, de la Patria. He dicho. (Aprobación en la mayoría). [4216]



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